- Reportaje recopilado de la sección de las Asociaciones del Anuario de la Federación Criadores de Caballos Raza Chilena de 2015.

La pasión por los caballos están en los genes y así lo demuestra Roberto Aguilera Fiedler, quien heredó de su padre el Criadero Ruca Diuca. Pero no sólo eso, puesto que don Onofre Aguilera también le transmitió a su hijo la pasión por el arreglo de caballos, algo que ya está dando resultados en su campo en Carahue.

Y esa herencia se transmite también a su hijo Roberto Aguilera Silva, quien de profesión veterinario- junto a su padre ahora se hacen cargo de este valioso legado, tal como narra con orgullo don Roberto.

"Este es un tema familiar que nace con mi padre, porque él era muy aficionado a los caballos, y de hecho él fue el fundador del Club de Rodeo de Carahue, en 1965, en conjunto con otros amigos. De ahí nace la afición por el rodeo, y el criadero parte hace unos 40 años y él lo bautizó como Ruca Diuca, por el lugar donde vivíamos, es un juego de palabras, porque en tiempos de mi abuelo, en la zona habían muchas rucas y muchas diucas", cuenta Aguilera.

"Mi papá lo empezó a formar de a poco, comprando caballos y posteriormente empezó a criar caballos, comenzando con la yegua San Agustín Mochita, la cual le dio dos crías. Después me entusiasmé con el tema de los caballos y una tía que también era aficionada me regaló una yegua, la Lava, que la compraron en el Criadero La Mañana, de don Andrés Lamoliatte, que se transformó en la primera base del criadero. Además seguí el trabajo de mi padre, porque él arreglaba sus caballos y hoy yo hago lo mismo. Mi padre falleció en 2003 y ahora con mi hijo Roberto estamos corriendo juntos, y disfrutando de los logros del Criadero Ruca Diuca", añade lleno de satisfacción.

Esa pasión se nota en su diario vivir. Esto porque terminada su labor diaria, Aguilera parte a su campo y ahí trabaja los caballos que él mismo corre. "Después del amanse y luego de un mes o un mes y medio, los empiezo a trabajar yo mismo, yo mismo los hago, los encacho y después los corremos", cuenta. Y los objetivos se han ido cumpliendo.

"Hemos ido creciendo con potros que me prestó don Oscar Lería, que me facilitó el Doña Emma Canta Gallo; y Carlos Condell que me prestó el Santa Isabel Escollo, y de ahí nacieron dos caballos más o menos competitivos: el Cantor y la Escápula", añadió.

Pero no sólo de rodeo vive el hombre, puesto que ha buscado sangres para ir mejoran-do el sello racial de sus mancos. "Tenemos sangres de Estribillo y también varias sangres alternativas, como de Las Vallas Terciopelo, y nos han dado buenos resultados. Al menos, hemos ido creciendo para este año completar por primera vez con lo criado, pero para mí también es importante la morfología", añade.

"El caballo chileno tiene muchas bondades, porque es muy fiel, es muy cariñoso. No sólo sirven para que uno vaya a los rodeos a divertirse, sino que también están para que uno recorra el campo, vaya a ver a los animales y haga la pega del campo. Pero más allá de eso, para mí es una pasión de toda la vida que partió con mi padre, la seguí yo y la continuara mi hijo", dice orgulloso antes de rememorar la satisfacción que implica correr caballos criados y con el hijo.

"Se disfruta correr con el hijo. Si nos va bien, bien y si no, se asume, pero está la satisfacción de haber ganado es el fruto de la crianza, de haber hecho bien las cosas, de haber logrado los objetivos. Hay un trabajo dedicado y de mucho esfuerzo detrás", finalizó.