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Sobre el caballo de "Paso de Martillo y Aguililla" de Pura Sangre Chilena

Sobre el caballo de
Mira este artículo de Arturo Montory.

Por Arturo Montory G.

El caballo de Paso Peruano, variedad del caballo español especializado en esa función por sus criadores peruanos de hace décadas, igual que el caballo de Paso Fino de Colombia, son variedades o Razas famosos en el mundo, exportados a muchas partes donde se han creado Asociaciones para criarlo y conservarlo en toda su pureza, además de llevar consigo el Atuendo del país y sus arreos.

Don Pedro de las Cuevas (1775-1861) en su criadero El Parral, ubicado en Comuna de Coltauco actual, a fines del 1700 y principios del 1800, ya había logrado crear las variedades mencionadas, hasta logro mulas braceadoras, que hoy similares criadas en EEUU, aparecen en el mundo como una hazaña genética.

Don Pedro formó la variedad “Trotador de brazo", apropiado para paseos públicos y para lucir a sus jinetes en las fiestas del pueblo. Los de "Trote Braceado”, que eran los más apetecidos por el jinete de lujo de la gran ciudad.

Se trataba del caballo característico de hombre aristocrático de Santiago de Chile de 1850, el caballo predilecto del "señorito" de la sociedad santiaguina. Era éste un caballo mucho más basto y grueso que el caballo tipo “de carrera”, y poseía formas redondas y musculosas, exhibiendo una gran talla o alzada, próxima a las siete cuartas, es decir entre 155 y 165 centímetros, y “una vistosa presencia”.

Respecto de este tipo de caballo, don Uldaricio Prado Prieto dice:

"Entre los hacendados más presumidos que descollaban por el lujo de sus caballos “cuevanos” de esta casta en aquellos años de la primera mitad del siglo XIX se registran los nombres de Don Leonardo Portales y Baeza (hijo de Don Manuel Portales y Palazuelos, y albacea testamentario y "apreciado nieto político" de Don Pedro de las Cuevas y Guzmán, ya que Don Leonardo era casado con la nieta de éste, Doña Rosario de las Cuevas y de las Cuevas de Portales), Don Rafael Martínez de la Torre y Jaraquemada (hijo de Doña Paula Jaraquemada), Don José Miguel Carrera y Verdugo, Don Manuel María Figueroa (propietario de Guante I), Don Enrique Campino (propietario de Guante II) y los de los señores Calvo de Nancagua, todos quienes habían adquirido sus ejemplares en el criadero del señor Cuevas “por relación de amistad, de generosos obsequios por parte de su dueño, o bien a precios convencionales, pues el señor Cuevas avaluaba sus caballos, generalmente, como una mercadería que no podía tener cotización en el comercio usual de esos tiempos".

Uno de estos caballos, por el cual se interesó el gran hacendado de Bucalemu, Don Manuel José de Balmaceda y Ballesteros -padre del Presidente Don José Manuel Balmaceda- “le costará muchas vacas y muchos bueyes para conseguirlo”. Este caballo fue el famoso “El Dije”.

Uno de los últimos de esta clase criado por Don Pedro de las Cuevas y Guzmán, lo dejó en legado testamentario (el Tordillo Trotador) a su gran amigo Don Rafael Martínez de la Torre y Jaraquemada, dueño de la antigua Hacienda de Paine. Otro ejemplar que fue después tronco origen de una conocida casta apodada “Painina”, (de color negro y que también estuvo en Aculeo) de cualidades muy apreciadas. Se ha escrito que este padrillo que engendró “las paininas” de Martínez de la Torre, fue quizás el mejor entre todos los de su tipo. Así lo estimó el propio Don Pedro de las Cuevas".

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Los caballos “aguilillas” eran ambladores y de paso rapidísimos usados en su mayoría por los curas y mujeres en épocas antiguas.

Lamentablemente esta variedad de caballos chilenos fue despreciada por los hacendados y huasos del 1800 e inicios del 1900, que prefirieron los de carrera (familias del Caldeado y Bayo León y Angamos) y los vaqueros (familia Guante), y muchos de estos ejemplares de paso los compraron hacendados peruanos y los más se confundieron entre la masa del caballo chileno, que al fundarse el Stud Book en 1893 ya constituían una sola Raza, la Chilena Pura.

Pero estos genes están muy vivos en la raza actual pero insertos entre todos los caballos, y a veces escucho a jurados del Movimiento a la Rienda que dicen, “ese caballo camina mal porque es amblador”, o a los corraleros que afirman, “no sirve este caballo porque es braceador y levanta demasiado las rodillas”, culpándolos de una actitud que es genética y de extrema pureza racial.

Ahora que más que nunca se le busca más deportes a nuestro ejemplar chileno, es tiempo de hacer renacer estas variedades antiguas pero latentes.

Perfectamente tendríamos un ejemplar espectacular y muy exportable y de uso en Chile de jinetes que no son necesariamente corraleros, porque su función será distinta.

Serían ejemplares de Picadero y Terreno llano, y su desarrollo y crianza debe tener acceso a este tipo de instalaciones.  Monte varios de ellos a través del tiempo que tenían estas condiciones y es cosa de “apurarlos” un poco, exigirlos y con repeticiones de ejercicios en forma constante hacerles renacer toda su exuberancia dormida y cuyas “características funcionales” se las iremos dando nosotros mismos, no vamos a imitar otras razas, veremos hasta donde podemos lograr.

Como todas las razas especializadas de caballos, además de su genética y gimnasia funcional, el constante ejercicio les va desarrollando sus cualidades en unos más que en otros, ahí está el papel de la selección. 

Les cuento una anécdota personal: Por el verano de 1962 en el Valle de Caicupil, cercano a Cañete, en la base de la cordillera de Nahuelbuta, donde tenía campo mi familia, nos juntábamos de vacaciones muchos amigos y parientes de fundos cercanos para efectuar paseos a caballo, y en esa ocasión resolvimos ir a Angol, subiendo por Butamalal y cruzando completa la cordillera a lo ancho y pasando por la Piedra del Águila, época que aún había gran cantidad de “pumas, pudúes, zorros” y grandes bandadas de “cachañas”, “chucaos” en los pajonales que cantaban precioso, incluyendo los maravillosos bosques de Araucarias (campo, incluido el valle,  que había pertenecido a don Fidel Cáceres, 50.000 hectáreas, en ese tiempo ya muy dividido), para volver por Los Sauces, Puren, Lago Lanalhue, un viaje de 4 días, iban Larroulet,  Lafontaine, Montory, Cigarroa, Pierry y algunos santiaguinos, unos 18 jinetes.  Yo tenía un par de yeguas de crías corraleras, pero no las arriesgaría y me presto para la ocasión un caballo de su montura el mayordomo del campo, Juan Navarro, según él de buen andar y firme. Era un coipo, de 1.44 m. de alzada, hijo de Idahue Polilla, bayo campeón de la Exposición de la Quinta Normal en 1955 y que Alberto Echenique Lyon había traído a Cañete por esos años.

Ya todos montados y apertrechados con las alforjas llenas, se inició el paseo muy largo por caminos de tierra y de muy difícil ubicación en la cordillera, nos perdimos muchas veces, pero al fin dimos con el camino a Angol y alojábamos en casas de fundos de conocidos, en los galpones por supuesto, así lo solicitábamos. En aquellos años aun había bosques nativos, todavía no se habían plantado pinos ni eucaliptus, otro mundo.

Pero mi mayor entretención durante el viaje-paseo era aprovechar la velocidad de marcha de mi coipo, y me gustaba quedarme el último de la larga fila y apurar mi “aguililla” y pasarlos a todos de largo “andando” a pesar que los demás se apuraban al máximo para que no les ganara porque además les echaba polvo. Eso mismo lo hice muchas veces, y lo disfrutaba, a medida que pasaron los días le tomé el pulso al coipo y lo hacía rendir cada vez más.  De vuelta a casa lo devolví al Mayordomo y me dediqué a mis corraleros.  

Años después viviendo en Comalle y montando ya en caballos de rodeo pero que también hacían trabajo de campo, me encontré un par de braceadores y dedicándome un poco a ellos los hice “recordar sus genes”, “buscándolos”, “reuniéndolos”, era increíble apreciar y sentir como retroceden a la época de sus ancestros y lo hacía a escondidas porque a los “acampados” no les gustaba.

De esa época me quedó esta inquietud.

Volviendo a la selección de ellos, creo que la mayor dificultad será encontrar hembras con esta condición, porque es mucho más marcada esta cualidad en los machos. Pero buscando y preguntando a los viejos que viven más cercanos a los caballos, lueguito se puede se puede encontrar el material necesario. 

Aquí no hay líneas de sangre especiales con esa facilidad, en todas las familias caballares actuales existen individuos con ella.  El potro mulato oscuro Palmas de Peñaflor Renegado (Que Mas Da en Recesión por Estribillo y Promoción por Huinca) tenía esta maravillosa cualidad y verlo caminar, trotar y entrar primero a la pista por la Escuadra era un sueño para los que se fijaban en ello.  Igual cualidad tenía el coipo Idahue Junco (Cantinfla en Coipera por Enchufe) que montaba y se lucia en él, don Tito Echenique D. en la Quinta Normal y Palermo a fines de los años 1950 y comienzo de los 1960.

La proeza zootécnica “cuevana” exhibida hace más de 250 años, sin ninguna tecnología disponible solo el genio de un criador, y ahora con todo lo que la ciencia ofrece ¿cómo no vamos a poder reconstituirlos?

Ejemplares existen, los observo a menudo en los corrales y en los criaderos, pero hay que hacer una tarea científica de seleccionarlos, hacer renacer en ellos esa función y reproducirlos hasta que sean una sub variedad de verdad, que entregue hijos de iguales condiciones funcionales y todo dentro de la Raza Pura Chilena.

La Fundación Centro de Estudios del Caballo Chileno de Duao perfectamente le puede dar un enfoque científico a esta noble tarea de revivir esta latencia varietal.

Para iniciar este lindo desafío bastara reunir un grupo de aficionados y adherentes a esta idea, y empezar a delinear su funcionamiento dentro de la legalidad existente, o sea, una Sección o Comisión dentro de la Federación de Criadores, buscar en el futuro financiamiento como Fomento Equino del país, porque sería un producto altamente cotizado aquí y en el extranjero.

Estos caballos “no tendrán uso de rienda ni menos de rodeo”, serán sólo de Paso destinados a Paseos y Exhibiciones, con los consecuentes Campeonatos y Concursos en cada variedad una vez establecidas y por supuesto con vestimenta y aperos chilenos huasos.

Una alternativa absolutamente viable y a corto plazo, el inmenso éxito de la Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor lo confirma.  A la gente le gusta el caballo chileno, solo que debemos llegar a ellos de muchas formas distintas, atreverse a “innovar”.

Un potro Braceador, montado por un huaso con sus más elegantes aperos, será un espectáculo maravilloso porque la potencia máxima se logra con el ejemplar reunido entero, y éste empleando toda su rica musculatura y moviéndose por el esfuerzo desplegado, ahí sí que se “contonea”.  Si a este ejemplo agregamos varios caballos más similares en la exhibición el resultado será grandioso.

El Aguililla logra velocidades increíbles de desplazamiento en línea recta y “al paso”.

En estos años he conversado con mucha gente que me dice “hagámoslo”, pero ahí ha quedado en buenas intenciones, pero con solo aquello no se construye absolutamente nada.

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