Cuando hablamos de grandes jinetes nos referimos casi siempre al aspecto efectividad y triunfos, pero en esta ocasión nuestro tema trata sobre los “maestros” que fundaron una “escuela corralera”.

Hacer escuela es imponer un estilo determinado en la monta y conducción de sus caballos dentro de las medialunas y en competencia, en la forma de sentarse en la montura, de tomar las riendas, del uso de las espuelas, del peso del cuerpo, de la vista, de la decisión, del carácter deportivo, en fin de su personalidad.

Nos referimos a dos grandes entre los grandes en esta materia que son Segundo  “On Segua”  Zúñiga y Ruperto  “On Rupa”  Valderrama.        

Todos los aficionados, jinetes y criadores más antiguos están plenamente de acuerdo en mencionar a Segundo Zúñiga como el más grande de los jinetes que pisaron las medialunas del año 1935 al 1955, y como el más connotado del año 1960 al 1985 a Ruperto Valderrama.

El primero tenia un estilo espectacular,  muy bien sentado en la montura, con la espalda recta, las manos bajas, codos firmes, mirada al frente, las espuelas lejos de las costillas del caballo, y con una vista y sentido del momento exacto de la atajada maravilloso, porque a toda velocidad y por el centro es muy difícil encontrar el momento preciso de arrastrar y rematar, él lo ejecutaba en forma prodigiosa.

Don Segua salía del apiñadero en tiempos que el piño de novillos estaba dentro de él, puesto del ijar y cruzado entero su caballo, atravesado total, en tiempos cuando casi nadie lo hacia, era su forma natural de entender del rodeo, cuando el reglamento tampoco lo exigía, y a toda velocidad, a toda cancha, por la mitad, sin buscar ventajas para hacer que el novillo corriera menos, así lo disfrutaba, y al llegar a las banderas, en aquella época “atajadas de ramas”, atravesaba su caballo le ponía un par de pullazos precisos y preciosos, y llegaba con el de frente y con los pechos, rara vez se iba al piño. 

El uso que él hacia de la espuela era famoso, usaba rodajas grandes, y las hacia girar hacia atrás por las costillas del caballo para que rodaran, nunca de frente golpeando, las usaba como corresponde a una  “ayuda” nunca un castigo, y esa espueleada  sonaba  maravillosa, como o si fueran campanas, larga, espaciada, sonora, un arte.     

La afición seguía a Don Segua, de “dateaba” donde iba a correr y viajaban a verlo actuar, volviendo contentos y alegres por el espectáculo que les había entregado a todos, era aplaudido por los rivales ocasionales, era reconocido por todos, un gran deportista.

Lo vi correr pero cuando ya estaba al final de su trayectoria victoriosa, ya con varios kilos demás, caballos quizás no tan excelsos, pero su estilo jamás cambió, era un señor de las medialunas.

Fue un alumno aventajado de don Pedro Juan Espinoza del Valle.

Sin duda su estilo marcó a muchos jinetes, cuando corría todos miraban nadie estaba distraido, tratando de aprender y descubrir sus secretos, al que le pedía consejos se los entregaba gustoso, casi la mayoría recibió sus enseñanzas y cada cual trató de adecuar su estilo al suyo.   

Don Rupa aprendió solo según el mismo me ha contado muchas veces, su padre lo inició pero él observando a otros grandes fue formando su propio estilo, admiraba mucho la monta de Alberto Ramírez, insigne jinete de Colchagua.

Me decía que quería enseñar y correr sus caballos de la manera más suave posible, que no debían golpearse en las atajadas, y que a la minima insinuación con el cuerpo y la rienda obedecieran, ordenados, controlados.

Lo logró plenamente, su forma de correr creó la “escuela curicana” de los años 1970, la que perdura hasta hoy en jinetes como Juan Pablo Cardemil, José Miguel Quera por dar un ejemplo.

Don Rupa se sentaba perfecto en la montura, espalda recta, hombros atrás, cabeza levantada, las manos las colocaba en el cuello del caballo, usaba también espuelas de rodaja grande, pero su estilo era el contrapuesto al de don Segua.    

Salía del apiñadero puesto de la paleta, jamás mas atrás del novillo, el caballo despegado absolutamente de las costillas del novillo, la cabeza de éste sobre el lomo del animal, siempre muy bien “puestos”, de una forma inexplicable hacia que los novillos controlaran la carrera, él le imprimía la velocidad que quería, según el caballo que anduviera, siempre por la orilla de las tablas, ir de “adelante hacia atrás”, era el lema, y al llegar a la atajada suavemente atravesaba su caballo y con gran control “detenía” el novillo, con el mínimo esfuerzo del caballo, era casi imperceptible, pero los animales se detenían, paraban, y remataba siempre con los pechos de los caballos, un espectáculo muy aplaudido, de la exquisita técnica huasa.

Las espuelas las usaba muy poco, amenazaba que los iba a pullar y se detenía, los “tableaba”, los tocaba en las costillas con el pie y espuela puesto de lado, el caballo adivinaba intención y reaccionaba solo, extraordinario.    

Otra característica de ambos era que siempre “marcaban”, nunca las manos vacías y ganadores de una inmensa cantidad de Champion.

Llevado a tiempos actuales la monta y forma de correr de José Tomás Meza y Emiliano Ruiz se parecen sin duda a la de don Segua, yla de Juan Carlos Loaiza y Eduardo Tamayo a la de Don Rupa y es probable que con el tiempo formen también escuela, si es que ya no es una realidad.

¿Quién no quiere correr como alguno de ellos?

Eso es estilo propio.

Característica de todos los nombrados, “espectáculo”, jamás ninguno de ellos pasó y pasará desapercibido por una medialuna.